
LISABÖ
07.02.25 / Sala Apolo
La noche del 7 de febrero de 2025, la sala Apolo de Barcelona se convirtió en un hervidero de energía, mística y caos controlado. Lisabö, la emblemática banda de punk experimental y post-hardcore originaria de Irún, se subió al escenario para ofrecer uno de esos conciertos que no deja indiferente a nadie.
Con las luces atenuadas sonaba la intro de la banda sonora de la mítica serie Twin Peaks dedicado al actualmente desaparecido David Lynch y el sexteto vasco salia a escena.
Desde el inicio, el sonido crudo y visceral de la banda fue inmediato. La potencia de las guitarras arrasó con la serenidad de la audiencia, sumiéndola en un vaivén de emociones que solo la música puede provocar. La base rítmica de la banda, formada por los contundentes golpes de batería y las líneas de bajo, se impuso como el motor de la tormenta, creando una atmósfera electrificada y llena de tensión.
Uno de los elementos que hizo especial este concierto fue la interacción casi física entre los músicos y el público. Cada canción, más abrasiva que la anterior, parecía impulsada por una necesidad urgente de conexión. La voz de Karlos Osinaga, siempre rasposa y desgarrada, se alzó como un grito de guerra, mientras sus letras, poéticas y subversivas, calaban en la piel de los asistentes. En temas como "Murgilduta", las palabras no solo se cantaban, se sentían en lo más profundo, y el público respondía con una especie de entrega colectiva.
No faltaron momentos de pura intensidad, como cuando interpretaron "Hazi eskukada I", un tema que desató una marea de cabezas moviéndose y cuerpos agolpados cerca del escenario. El furor no decayó ni un segundo, a pesar de la altura del concierto, y la atmósfera se mantuvo envolvente hasta el último acorde.
El setlist recorrió parte la discografía de Lisabö, pero no faltaron las sorpresas. La banda se permitió cierto margen de improvisación, creando algunas variaciones que dieron una nueva perspectiva a temas clásicos.
No fue solo un concierto; fue una experiencia catártica, un espacio de liberación emocional a través de la música. Lisabö sigue demostrando que el post-rock, cuando se ejecuta con pasión y alma, nunca pierde su capacidad de conmover.
Con el último aplauso, los vascos daban las gracias a todos los asistentes y alababan lo bien acogidos que son en la ciudad condal. La sala Apolo se vació poco a poco, pero el recuerdo de la explosión de sonidos y la conexión profunda entre la banda y el público permaneció en el aire, como la huella imborrable de una noche que, seguramente, muchos recordarán durante mucho tiempo.
Texto y fotos: Manu Carmona





